Silencio durante 14 años y, de pronto, disputas entre diferentes militantes feministas buscando responsables por esas omisiones. Los mensajes no hacen sino confirmar que parte del discurso mujeril durante décadas era una impostura, una nueva forma de rebaño, y no una oportunidad para formar seres humanos más libres.
Hay un abanico de ejemplos tristes.
Escuché el discurso de la presidenta Jeanine Añez el pasado 6 de agosto.
Esperaba que reconozca el rol de Eva Copa en la pacificación del país en
noviembre pasado; ni la nombró. Mezquindad innecesaria. Además de la falta de
respeto al tratar a expresidentes y de abrir un peligroso agujero estratégico
contra los esfuerzos del Tribunal Supremo Electoral. Olvidó pronto su propia
voz cálida. En vez de ser ella, se entregó a asesores ambiciosos.
Eva, como Gabriela Montaño, como
Adriana Salvatierra, como Leonilda Zurita, como las bartolinas, no tiene
personalidad para enfrentar al Jefazo y difundir sus ideas. Sólo repite
consignas, como hicieron decenas de mujeres en torno al poder del Movimiento al
Socialismo. ¿Es esto el empoderamiento que tanto se propagandiza?
¿Dónde quedaron la cantidad incuantificable
de talleres sobre “género” y folletos contra la violencia simbólica y física
contra la mujer? ¿Por qué callaron las organizaciones y la mayoría de las
representantes de movimientos femeninas cuando Evo Morales se hacía la burla de
muchachas indefensas? ¿Dónde escribieron, que no me enteré, cuando el
mandatario mostraba a la mujer como objeto de deseo usable y desechable?
¿Cuándo marcharon para reclamarle sus bromas, su atrevimiento de dictador, sus
frases repletas de insinuaciones, hasta escatológicas?
Tampoco hubo movilizaciones o
investigaciones sobre la cantidad de abortos clandestinos en el Chapare, desde
hace lustros. El esfuerzo (y el financiamiento externo) estuvo siempre
concentrado en alentar la pelea por legalizar el aborto. Insertaron la idea en
los jóvenes que no son responsables de su paternidad, es cuestión de “ellas”, supuestas
“dueñas de su cuerpo” y por tanto de una criatura ¡Qué arma afilada entregaron
a los depredadores de virginidades adolescentes!
Furiosas feministas identificadas
con el MAS no dudaban en atacar a periodistas o a religiosas, pero se
escondieron bajo sus murallas cuando el rumor crecía. Evo Morales utilizaba su
poder y su astucia para recopilar hembras, casi siempre por debajo de los 20
años, para satisfacer sus instintos perversos. ¡Con ayuda de las madres! A
cambio: viajes, unas semanas a tres meses en la Casa Presidencial, gulas,
tragos y foto incluida.
Inaceptable para la dignidad
nacional que el entorno de seguridad de venezolanos, cubanos, mexicanos,
argentinos, tuviese conocimiento de todo este enjambre inmoral, incluyendo esa
señora que actúa como vil “madame”. ¿Cuántas ministras, secretarias, funcionarias,
camareras contemplaron el estropicio y ¡callaron!?
Hace dos años, el país amaneció
azorado por la pérdida de la medalla de Simón Bolívar y de la banda
presidencial en un prostíbulo de “pieza”, donde hombres hacen fila para 15
minutos de humillación. Era sólo la punta del iceberg. Nadie preguntó cómo pudo
ser.
No hay grafitis pues la decadencia
también toca a esas vociferantes que no dudaron en dañar a muchísimas personas
con entrevistas y con agresiones, incapaces de cambiar sus iras personales por
propuestas sostenibles para lograr la dignidad real de cada mujer, de cada
pareja, de cada indígena, de cada niño.
Silencio de años. Ahora griterío.
Ninguna autocrítica. ¿Qué pasó que nada cambió, y ahora está todo peor? ¿Podrá
salir la sociedad boliviana de este asquiento panorama?