martes, 23 de julio de 2024

POLÍTICOS ARGENTINOS EN LA POLÍTICA BOLIVIANA

 

            Alguien me llama y me solicita resumir los hechos que viví el 17 de julio de 1980 en la sede de la Central Obrera Boliviana (COB) en el centro neurálgico de La Paz, sede del gobierno de Bolivia. Un grupo de nueve personas, entre ellos esta periodista -la única mujer- conseguimos escondernos en un cuarto de baño en el tercer piso.

            Mi primer testimonio al salir entre los charcos de sangre y el completo desorden fue ante Harold Olmos, corresponsal de la AP, acompañado por otro enviado especial de la prensa estadounidense. Ese mediodía quedó para siempre en mi recuerdo personal y en mi historia profesional. No deseo repetir los detalles de esos intensos momentos cuando la patria perdió a Gualberto Vega, Carlos Flores y Marcelo Quiroga Santa Cruz.

            En cambio, quiero insistir en la presencia argentina y extranjera en el golpe de estado liderizado por Luis García Meza, Luis Arce Gómez, con la complicidad de muchos militares, policías y dirigentes políticos simpatizantes de la flamante Acción Democrática Nacionalista (AND) del general Hugo Banzer.

            El régimen del general Jorge Rafael Videla no toleraba la consolidación del camino democrático que deseaban los bolivianos con la victoria de la huelga de hambre de mujeres mineras en enero de 1978. Con la apertura política, habían llegado a La Paz exiliados chilenos, argentinos, uruguayos que potencialmente podrían tener una cabeza de playa más cercana para la resistencia contra las dictaduras de sus propios países. Entre 1976 y esos días se intensificó el alcance del Plan Cóndor.

            ¿Quién organizó la llegada de paramilitares argentinos a Bolivia? ¿Qué militares bolivianos abrieron las puertas a uniformados extraños para que torturen a presos en el Estado Mayor? ¿Quién o quiénes eran la contraparte en las embajadas y en Buenos Aires?

A pesar de los años transcurridos y de los libros publicados sobre las dictaduras latinoamericanas no hay claridad sobre este episodio. Varios académicos investigaron sobre algunos nombres del terrorismo de estado y sus misiones continentales, pero no sabemos el detalle de los enviados a Bolivia. Una nueva biografía sobre Videla indaga más sobre la personalidad de este represor que sobre su influencia en países vecinos.

            Es preciso recordar igualmente la presencia de terroristas de altísimo nivel, alemanes e italianos y del grupo “Los Novios de la Muerte”, ligados a su vez con el comercio de la cocaína. El narcotráfico aparece en casi todas las decisiones de la dictadura de García Meza. La relación del Estado, los militares y los narcos no era nueva porque fue noticia durante el sexenio banzerista, pero entre 1980 y 1982 el Estado fue capturado. Era el huevo de la serpiente hamacado años después por el Movimiento al Socialismo (MAS).

            Las Fuerzas Armadas de Bolivia no han abierto sus archivos como corresponde a la normativa vigente, tanto a nivel de archivos (1976), acceso a la información pública (2005) y derechos humanos. La Comisión de la Verdad no consiguió entrar o recuperar los datos de esos nombres. Fue un aparato burocrático que permitió que funcionarios cubanos accedan a datos de bolivianos, en vez de esforzarse por esclarecer los hechos del 80.

            La presencia argentina en niveles de decisión de la política boliviana no es una relación de vecindad sino de subordinación. Algún día también Evo Morales deberá contar cómo y en qué lo apoyaban los Kirchner, especialmente Cristina. Hasta el momento no se conoce una evaluación de la Contraloría sobre el contrato del Ministerio de la Presidencia (Juan Ramón Quintana) y otros pagos millonarios con dinero público al periodista argentino Andres Salari para que fabrique bulos contra la prensa nacional.

            La televisión oficial argentina, varios medios de prensa ligados al peronismo, fueron responsables de difundir mundialmente el sainete del 2019, coreando la narrativa de golpe militar para tapar la revuelta ciudadana contra la candidatura ilegal de Morales y Álvaro García Linera.

            Ahora es el turno del propio presidente argentino Javier Milei de escribir en sus redes sociales contra el presidente boliviano Luis Arce Catacora. Empleó palabras groseras, indignas de su posición. Como boliviana no puedo aceptar que un mandatario de otro país irrespete a su par boliviano. Son señales de la nueva política de comunicación del “lodo” con la cual el gobierno de Argentina intenta ahora confrontar a los latinoamericanos (y a los españoles).

            Sin tampoco olvidar la historia de las rebeliones independentistas. En este 16 de julio recordaba a los próceres potosinos que tanto sirvieron a la causa de Buenos Aires; el rol de la Academia Carolina de Charcas que formó a dirigentes del sur y la relación fraterna de guerrilleros del Alto Perú y Salta. En cambio, los ejércitos auxiliares enviados por la Junta no tardaron en querer apoderarse de los bienes de la Casa de la Moneda. No dejaron buen recuerdo en la flamante República de Bolivia.

            Pese a ello, en los últimos años se alienta la idea de que fue Buenos Aires la clave de la independencia y no los libertadores que llegaron del norte. No faltan tendencias revisionistas favorables a la idea de la tercera propuesta de la Asamblea Constituyente de 1825 para anexar este territorio a Argentina. Hay que estar atentos. En vísperas del bicentenario de la independencia esas tendencias pueden ahondar divisiones regionales entre los bolivianos.

 

 

 

viernes, 12 de julio de 2024

CUANDO TIAHUANACU ERA LIBRE

  

            En 2010, leí con asombro la convocatoria de la Universidad Militar “Mariscal Bernardino Bilbao Rioja” a un diplomado en “Tiwanacología” (sic). El resumen del curso destinado a profesionales de las Fuerzas Armadas y a civiles decía que era un post grado “orientado a la aplicación del pensamiento ancestral y la cultura comunitaria en la actividad profesional especializada en el nuevo Estado Plurinacional de Bolivia”.

            Los módulos que se iban a dictar en la Academia Boliviana de Historia Militar eran: “La doctrina léctica (sic) como alternativa para el Nuevo Milenio; el origen del Estado Plurinacional; pensamiento andino amazónico; conocimientos astronómicos ancestrales; Tiwanacología astromatemática (sic); prospectiva del Estado Plurinacional en base a los valores estratégicos del Imperio Tiwanaku; viaje de estudios guiado a Tiwanaku”.

            “Y si los gringos nos invaden, qué utilidad tendrá este aprendizaje”, pensé en esa ocasión. Evo Morales había expulsado al embajador de Estado Unidos en septiembre de 2008, después de la explosión de un gasoducto acusando a la oposición de “terrorismo”. Esa palabra asustaba por todo lo que significó el operativo en el Hotel Las Américas.  Entre ese año y 2011 -con la represión a la marcha indígena por el TIPNIS- el Movimiento al Socialismo (MAS) estaba en la cima de su fuerza simbólica, militante y de control del país. Además, contaba con el eco internacional que ninguna otra fuerza política boliviana tuvo alguna vez.

            El diplomado en “Tiwanacología” parecía una bufonada en medio de esas tensiones. Sin embargo, no era casual ni gratuito. El adoctrinamiento al interior de las Fuerzas Armadas ha sido sostenido, aunque únicamente algunos columnistas y algunos especialistas alertaron sobre lo que sucedía en su interior.

            Las ruinas del milenario imperio andino fueron utilizadas desde el primer día del gobierno de Morales para construir un adecuado discurso pachamamista, anticolonialista, antiimperialista; la entronización del “primer presidente indígena” en el continente (con amauta narco). Servía de eslabón para alimentar la creciente polarización social.

            Recuerdo la primera vez que vi la salida del sol un 21 de junio, hace cuatro décadas. Entonces Tiahuanacu era libre. Llegamos unos pocos curiosos alrededor de las cuatro de la mañana. Era posible parquear los vehículos cerca de las pirámides y acceder a la planicie con autorización de la comunidad. Un chamán preparó la ceremonia. El sol emergió rodeado de los colores del arcoíris, iba y venía, como una bola de fuego. Aún peleaba con las últimas sombras cuando los músicos aimaras bajaron de las colinas estremeciendo el aire del día más corto del año con sus quenas y bombos. Lucían ponchos de tonos intensos que se balanceaban entre los rayos luminosos y el viento de la puna.

            Antonio Peredo, en el “Semanario Aquí”, me examinó incrédulo cuando le relaté el espectáculo; creía que había asistido a un viaje psicodélico. Con Juan Claudio Lechín y algunos dirigentes sindicales repetimos la experiencia en el equinoccio de la primavera y en el solsticio de verano, que esa vez fue milagrosamente luminoso, sin las lluvias de otros años.

            Era algo hermoso. Era un privilegio. El frío se combatía con el café o con el té con té que vendían las señoras del pueblo y el hambre con sarnitas y queso fresco.

            Al poco aparecieron los Choquehuancas con sus imposturas y el ritual ancestral se transformó en discurso ideológico. La visita fue cada vez más masiva, una borrachera, otra ocasión más para la farra. Un pretexto, una mentira. Peor este 2024 cuando obligaron a funcionarios a amanecerse, incluso los resfriados y las madres de familia.

            Los periodistas ayudaron a propagar el bulo del año nuevo andino número cinco mil seiscientos o qué se yo. Los medios de comunicación tienen su cuota de responsabilidad en repetir esas falsedades a pesar de las advertencias de expertos, historiadores serios, sociólogas que investigan las culturas originarias.

            Con la llegada del MAS al poder, los monolitos y las piedras adquirieron una fuerza extraordinaria. Nadie podía oponerse. Al contrario, la tontería del feriado para el nuevo año andino fue complementada con la tontería del nuevo año amazónico.

            Hace poco, el historiador beniano Hugo Padilla publicó un artículo desmenuzando esa tramoya que poco tiene que ver con la sabiduría y las expresiones de las grandes culturas precolombinas que poblaron el actual territorio boliviano.

            El adoctrinamiento en los textos escolares fue denunciado, pero no solucionado. Una revisión de los libros para secundaria estremece porque es la prueba de cómo se carcome la libertad de pensamiento de las nuevas generaciones. En otra ocasión denunciamos cómo en el Museo Nacional de Arte, en plena Plaza Murillo, uno de los más importantes para dar a conocer el país, se colocaba a Evo como el héroe milenarista.

El plebeyo Álvaro García Linera usó el templo de Kalasasaya para su suntuosa boda con una locutora, violentando todas las normativas patrimoniales; quería ser virrey. La voz de Felipe Quispe se alzó contra la falsificación de la ceremonia. La foto circuló por el mundo, principalmente en la prensa socialista y rosa, conmovida por el traje con franjas de aguayo y el diseño francés para vestir a la esposa inca. El “weddings party” fue concedido a una costosa empresa cruceña. Entre los centenares de invitados estaban dos premios nobel latinoamericanos. ¿Quién les pagaría los pasajes y la estadía?

            Los sucesos cotidianos alejan a la opinión pública de esos temas que son los más importantes y los que tendrán peores consecuencias para el futuro de las nuevas generaciones de bolivianos. Esa instrumentalización es diaria, incluyendo el logo de la papelería oficial o el reemplazo del escudo nacional. Nada es cierto. Es un gran montaje.

Los sucesos del 26 de junio pasado son parte de todas estas líneas oscuras; desde la entrevista televisiva, el discurso del General Juan José Zúñiga o el video de Luis Arce comparándose con Salvador Allende. ¡Y se lo creen! El punto es si el resto de la población también les cree.

viernes, 5 de julio de 2024

EL TOP 10 DEL (NO) ESTADO PLURINACIONAL

 



            En algún momento, los habitantes de La Paz cedieron su espacio vital a una larga lista de grupos corporativos, sindicatos, autoridades, policías y militares. Pocas ciudades enfrentan tantos tormentos cotidianos, la mayoría de los cuales son evitables. Hace una semana, los extraños movimientos de vehículos militares y de uniformados en la principal plaza subieron la tensión ciudadana al borde de un ataque de nervios.

            Históricamente, La Paz es poco pacífica, desde las etapas coloniales, a lo largo del siglo XIX y, peor todavía, como sede de gobierno desde 1898. Sin embargo, hasta hace tres décadas, las protestas eran como un “tinku” ritual. Con la ampliación de las libertades democráticas, la práctica de ocupar las calles se desbordó.

            El día en el cual los buses no tropiezan con algún obstáculo imprevisto es la excepción. A lo largo de la semana -a veces inclusive en sábado y domingo- los mismos habitantes o gentes llegadas de otros lares, ocupan las avenidas, bloquean las esquinas, cortan los puentes.

            Los motivos de esas acciones abarcan un amplísimo abanico: la ley del oro, un feminicidio, el aumento salarial para los maestros, la jubilación de los médicos, la defensa de las mascotas, los abusos de la directora del colegio fiscal, los enfermos desatendidos, el precio del pasaje, la pelea entre dos municipios, el reclamo de los cocaleros.

            Cada tanto hay desfiles con diferentes motivos, algunos repartidos en varias jornadas y en diferentes distritos. Esa práctica puede ser simpática en un pueblo, no en una ciudad agobiada. ¿Hasta cuándo seguirán estas convocatorias absurdas? Los colegiales no aprenden historia por lucir zapatos lustrados. Las autoridades confunden a Pedro Domingo Murillo con Eduardo Abaroa. Los discursos no cambian las derrotas.

            El resto de la población enfrenta otro día de tensión. Llega tarde al trabajo, al aeropuerto, pierde horas en el asiento del minibús, corre como puede.

            A ello se agrega el creciente gusto de presidentes y ministros de inventar “manifestaciones espontáneas”. Las oficinas públicas quedan vacías; el eco repite estribillos, casi siempre ridículos. El perjuicio para los sectores productivos es incalculable.

            En los últimos meses, a ese panorama corriente, hay que sumar los desastres por descuidos en construcciones o por la falta de mantenimiento en los cauces de los ríos. EMAVÍAS y el alcalde Iván Arias abren zanjas que no cierran en semanas. O en meses, como la cuadra (una sola cuadra) de la calle Abdón Saavedra. Cortan al mismo tiempo vías alternativas, sin una planificación de trabajo. Asfaltan Las Cholas al mediodía de un miércoles, sin tomar en cuenta la importancia de ese nudo vial y la salida de estudiantes de cuatro colegios en la zona, precisamente en ese horario.

            El (No) Estado también está instalado en el gobierno municipal, que deshace las instituciones y los pocos espacios ordenados que existían hasta la pandemia.

            Sin contar las colas en las gasolineras.

            Sin contar los inventos de años nuevos para tener más feriados.

            La cereza la puso la Policía Nacional que organizó sus festejos como un preste en la principal avenida de la Zona Sur. La desprestigiada institución intentó mostrar sus logros descolgando efectivos de una pasarela, corriendo en sus motos, saltando piruetas sobre colchones. ¿Cómo es posible que no piensen en el perjuicio que causan a la población? Esos mismos agentes que pasean entretenidos en sus charlas virtuales pegados al celular, lucen pesadas barrigas y tienen pereza para atender urgencias, quieren hacer creer que dos días al año pueden ser atletas.

            Si aquello fue exasperante, los sucesos del 26 de junio han trascendido todo lo imaginable. A algún asesor se le habrá ocurrido la idea de ampliar el bulo de 2019 al 2024. Si entonces funcionó la teoría de una conspiración de fuerzas externas ambiciosas de las riquezas naturales de Bolivia para sacar a Evo Morales, podría ensayarse el mismo discurso para proyectar a Luis Arce.

            No contaron con la calidad de los improvisados actores del Golpe II. Sobre todo, no tuvieron en cuenta que la prensa oficialista de países vecinos no es igual que en el 19. TELAM y la televisión argentina ya no son kirchneristas. Hasta los sensibleros periodistas europeos esta vez dudaron y en vez de “alzamiento” titularon “opereta”.

            El alto costo del despliegue militar trasciende a la sede de gobierno. Expertos han previsto que no bajarán los precios de la canasta familiar, faltarán más dólares, llegarán menos turistas. No se divisan inversiones externas, ni siquiera de la mafia rusa.

            ¡Qué diferencia con La Paz de 1924! Hace un siglo era una ciudad orgullosa, abierta a los migrantes que traían capitales y tecnologías, moderna, estrenando parques y avenidas. Coqueta. En este 16 de julio el único verbo repetido es “irse, irse, irse”.