PRIMTIVOS,
VIOLENTOS Y ASTUTOS
LUPE
CAJÍAS
¿Vieron las escenas de un alcalde
golpeando a un conductor porque le solicita que
pague
sus servicios? ¿Contemplaron ese abuso gamonal desde la silla de cantina contra
una persona que se atreve a cobrar por su trabajo? ¿Se dieron cuenta de los
demás participantes en la borrachera, hombres y mujeres? ¿Del género de música,
de las mesas, del escenario?
¿Se detuvieron en las figuras
excedidas de grasa y de alcohol?
Personalmente esperé algún desmentido
antes de comentar esa nueva muestra de la decadencia moral a la que arrastra al
país la conducción del Movimiento al Socialismo
(MAS),
el partido de todos los excesos, de los vicios más decadentes. ¿O todavía
alguien
apuesta
que esa sigla representa a la Utopía de los años revoltosos, al ideal de un
hombre
nuevo,
a la dignidad del ser humano?
Mientras la mayoría de los
bolivianos sentía como propia la agonía de los doctores
que
no tienen condiciones en la salud pública para ejercer su trabajo cotidiano,
como en
tantas
ocasiones, los militantes masistas se emborrachan de poder, dinero, sexo.
Para el MAS, la salud es solamente
“¡Salud!” de beodos. Un nuevo capítulo de
excesos
de la carne a la que son tan afectos. Es el descontrol tribal que a veces
parece más
de
seres primitivos que de personas que conviven en una comunidad. Salta la simple
explicación:
“son nuestros usos y costumbres”.
La violencia masista no distingue
géneros. Entre las bartolinas se pelean a rasguños y jalones de trenzas,
groserías y silletazos. Quienes no conocen el valor de las ideas, la serenidad
de la meditación, la importancia de los argumentos racionales, el debate usando
las palabras adecuadas, sólo utilizan la fuerza bruta para imponerse. ¡Vergüenza!
Su poder baja al otro a la condición
de bestia, de esclavo con grados militares pero
amarrando
huatos de zapatos presidenciales; de sumisos como jamás habíamos conocido en nuestra
historia. Quieren perpetuarse y siguen usando bienes del estado ante el
silencio de las maría engenias choques y sus otros cómplices.
Estamos donde estamos porque en
algún momento todos bajamos la cerviz.
Simón
Bolívar decía que los bolivianos nos distinguíamos por amar a la libertad (letrero
que estuvo en Palacio de Gobierno hasta 2007). ¿Qué diría ahora? Nos han
chupado la dignidad, el valor civil, la palabra precisa, la batalla colectiva,
la resistencia cotidiana.
Humillan
con el palo a los minusválidos, con los cercos a las plazas, con la bala a los
mineros, con la asfixia a los municipios institucionalizados. Hay más muertos
que durante las guerrillas rurales, hay más exiliados democráticos que durante
el barrientismo. Y nada los detiene.
Junto con el video del alcalde
golpeador circuló el video del vicepresidente regalando una computadora a una
menor de edad, como si fuese suya, como si la niña fuese su cliente, como si
los yungueños estuvieran con trabajo, como si el hospital de Yanacachi tendría
farmacia, como si el río Takesi no estuviese contaminado, como si el pueblo tuviese
relleno sanitario.
Porque a la violencia física unen la
violencia moral. Personajes astutos que aprovechan las carencias seculares para
humillar a una adolescente ante el aplauso de sus
funcionarios
que trasladan de un lugar a otro. ¿Podrá Bolivia salir de este estropicio?